Luis Miguel Romero Villafranca: ‘Abogacía y Europa’ (discurso de aceptación del Premio 9 de Mayo)

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Extracto del Discurso de aceptación del Premio 9 de Mayo, pronunciado por Luis Miguel Romero Villafranca

Subdelegación del Gobierno en Valencia, 09/05/2019

* * *

(…) Se me informó cuando se me notificó esta Distinción que se había valorado para su concesión mi trayectoria profesional y mi talante europeísta.

Permítanme por tanto una breve reflexión sobre esos dos conceptos a los que se refiere la distinción y que tanto me preocupan: la Abogacía y Europa.

Abogacía

Este mismo mes, mi Colegio de Abogados, me va a homenajear junto con mis compañeros de promoción, por mis cincuenta años de ejercicio profesional.

La abogacía ha sido por tanto toda mi vida, mi profesión. Pero por encima de ello ha sido mi vocación: la de ser un instrumento de defensa de los derechos y de las libertades, a través del servicio a la verdad y a la Justicia. De ser la voz de los sin voz; de los desfavorecidos. De promover con su ejercicio la igualdad a través de la Justicia.

Una profesión, la abogacía, independiente de toda presión que la desvíe de sus fines, que, desde su independencia, siempre se ha regido desde sus orígenes por aquel pensamiento romano de Ulpiano:

  • Honeste vivere (vivir honestamente);
  • Alterum non laedere (no hacer daño a nadie);
  • Suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo).

 

Principios esenciales de la abogacía que se ven hoy día, en mi opinión, amenazados por el capitalismo voraz que también amenaza a mi profesión.

Soy consciente de que no se puede vivir de espaldas a los nuevos tiempos, pero cuando veo en los Medios esa publicidad de esas grandes Firmas de abogados,  que se destacan sólo por sus volúmenes de facturación, intervención en fusiones de grandes empresas, etc… no puedo dejar de pensar: cuánto habrán tenido que hipotecar su independencia esos abogados para servir a tales señores; cuantos derechos individuales se habrán podido pisotear en esas operaciones, y cómo los estándares económicos están sustituyendo los propios de la abogacía.

La Abogacía que por su propia naturaleza debe ser siempre libre e independiente, ha de estar trascendida de una ética en su profesión que le impida ser considerada como una mercancía jurídica como algunos pretenden. Lo importante no es los millones que se facturen, sino los derechos que se defiendan.

Nosotros los Abogados nunca podemos actuar como  tecnócratas, mercaderes de mercancías jurídicas vendidas al mejor postor o consumidor. Nosotros servimos ideales de justicia, de libertad o de paz social y luchamos por nuestros hermanos más desfavorecidos, y eso nunca podrá ser un negocio, es sencillamente una ética.

Europa

En cuanto a la concesión de la Distinción por mi talante europeísta.

Yo no he ostentado nunca responsabilidad política alguna, por lo que carezco de cualquier legitimación para pontificar al respecto, pero ya que en la Distinción, tienen la amabilidad de citarme como referente de la causa europeísta, permítanme el atrevimiento de expresarles mi opinión de ciudadano europeo sobre la Europa que quiero y la Europa que me preocupa.

El devenir histórico de Europa no ha estado exento de contradicciones. Cuna de la democracia y la libertad y faro ideológico de nuestra civilización occidental, sin embargo, se ha formado como consecuencia de continuos enfrentamientos bélicos entre sus pueblos hasta su actual conformación como naciones. La sucesiva aparición y posterior destrucción de Imperios como el Romano, o el Carolingio, o el Español; o el Romano-Germánico, el Austro-Húngaro, entre otros, no es más que la historia de la confrontación de unos pueblos sobre otros, buscando su identidad en la destrucción del contrario; confrontaciones las más terribles de las cuales aún se produjeron en el siglo XX: las dos guerras mundiales que nos dejaron millones de muertos.

Tal estela de terror concienció a las naciones para buscar y crear fórmulas que evitaran su repetición.

Hoy, día 9 de mayo, conmemoramos que ante la necesidad de superar esa barbarie y evitar esas confrontaciones, un hombre providencial Robert Schuman, postuló la necesidad de unir a las naciones con lazos comunes, y el 9 de mayo de 1950, junto con Jean Monnet, leyó ante doscientos periodistas la Declaración que propiciaba la reconciliación franco-alemana que representaría el preludio de la integración europea, con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, que derivó en 1957 en la Comunidad Económica Europea, y en 1992 con el Tratado de Maastricht en la Unión Europea, con los objetivos ya de la unión económica, la unión política y la cohesión social creándose mecanismos para financiar las regiones más pobres.

Una nueva Europa asentada en estrechar los lazos entre las naciones, en el respeto entre las mismas y en los valores democráticos que deben presidirlas, y en la afirmación del respeto a la dignidad de todos los seres humanos; como instrumentos todos ellos de evitación de confrontaciones entre los pueblos.

Considerado Padre de Europa, en su libro Por Europa, publicado en 1.963, Schuman declaraba que:

“La democracia nació el día en que el hombre fue llamado a realizar en la vida de todos los días la dignidad de la persona en su libertad individual, en el respeto de los derechos de cada uno y en la práctica del amor fraternal para con todos”.

Ya la Declaración Universal de los Derechos Humanos, había proclamado entonces en su art. 1º la fraternidad universal como principio inspirador de la conducta humana; y la consecución de esta Unión Europea, hacía presagiar que los pueblos y naciones habían desterrado para siempre el camino de la violencia y de la confrontación bélica para debatir sus discrepancias.

Pero negros nubarrones vuelven a cernirse sobre esta vieja Europa: los nacionalismos y los populismos que están surgiendo en casi todos los países exaltando lo propio frente a la Comunidad Europea, y sembrando el temor al extraño, están dañando gravemente ese proyecto común que es Europa en el que por el contrario necesitamos profundizar.

El Brexit en el Reino Unido, o la labor de populistas como Le Pen en Francia, Salvini en Italia, Viktor Orban en Hungría, o Abascal en España entre otros, exacerban por una parte los sentimientos nacionalistas, y los enfrentan a la Unión Europea a la que desafían, y se enfrentan al fenómeno de la migración que rechazan considerándola una agresión, despreciando así la dignidad humana.

¿Dónde está esa fraternidad universal que proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en esa Europa que se vuelve de espaldas ante el cementerio que es hoy el Mar Mediterráneo?

En nuestra propia España, que ha vivido y se ha beneficiado tantas veces del drama de la emigración ¿cómo es posible que al tratar sobre ella los candidatos electorales en el reciente debate televisivo, no pasaran en sus propuestas más avanzadas más allá de si debían quitarse o no las concertinas de las alambradas que lesionan gravemente a los que vienen huyendo del hambre o de la muerte?

Por ello vuelve a ser necesario estar alerta, y propiciar todo proyecto que destierre temores injustificados, y avance en políticas de solidaridad y unión como las que inspiraron la Declaración Schuman que ahora conmemoramos.

Una declaración cuyo recuerdo vuelve a ser necesario, ante los peligros que la amenazan.

Y que nos invita a todos, dentro de nuestro ámbito a apostar por ella con coraje:

  • coraje para desenmascarar todo falso nacionalismo que erosione el espíritu de unión que supone la Unión Europea;
  • coraje contra toda postura que conlleve enfrentamiento o exclusión contra cualesquiera pueblos, razas o personas;
  • coraje contra toda política que no tenga por principio el respeto a la intrínseca dignidad del ser humano, en su irrepetible individualidad.

 

Es nuestro deber y es nuestra responsabilidad.

Mi felicitación por tanto al Instituto 9 de Mayo, porque con su nombre ya proclama e indica su voluntad de luchar por la sensibilización en esos principios que proclamaron la Declaración Schuman que hoy conmemoramos.

Como ellos bien señalan: Europa es ante todo una idea. Una idea de democracia; de libertad; de respeto a la dignidad del ser humano; de fraternidad universal.

(…)

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