De Katyn a Khatyn [blog]

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En pasado 25 de marzo, el pleno del Congreso de los Diputados discutió sobre la Proposición no de Ley 162/000406, cuyo objetivo era instar al Gobierno a suscribir la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019 de condena de los totalitarismos nazi y comunista, y a adoptar medidas contempladas en las declaraciones de la misma.

Cabe recordar que la resolución europea reza así: “Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad; recuerda, asimismo, los atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi; condena en los términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios” (punto 3).

Unos días antes, el 22 de marzo, el presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko enviaba un mensaje a sus conciudadanos con motivo del 78º aniversario de la masacre perpetrada bajo la ocupación nazi en Khatyn, pequeña aldea situada al noreste de Minsk, en 1943.

Si bien Belarús, como las tierras de Ucrania, Polonia o Rusia, fueron testigo de matanzas tan atroces como la de Khatyn y, aún más brutales en cuanto a cifras, la elección de esta pequeña aldea bielorrusa como símbolo constituye todo un acierto, puesto que nos permite asociarlo con otro símbolo de la barbarie totalitaria, en este caso, comunista, que es Katyn.

En el bosque de esta localidad, Katyn, situada en Smolensk (Rusia), así como en algunas otras plazas, en 1940 fueron ejecutados por la NKVD más de veinte mil oficiales polacos, tomados prisioneros durante la invasión nazi-soviética de Polonia, en 1939.

Esta masacre supuso, más que el fusilamiento de los mandos militares, uno por uno con un itro en la nunca, el exterminio de profesionales e intelectuales civiles movilizados a raíz del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, de todos aquellos que podían liderar la resistencia moral frente a los invasores, nazis y soviéticos, liderados por sendas mentes totalitarias y sanguinarias.

Por cierto, no hay que olvidar los miles y miles de bielorrusos y polacos de la minoría que habitaba el país de los soviets, asesinados entre 1937 y 1941, que serían enterrados en fosas comunes en Kurapaty (cerca de Minsk), hasta que fueron descubiertos en los años ochenta. Hay más ejemplos de este tipo.

De ese modo, el eje Katyn-Khatyn, símbolo de lo que supone el totalitarismo para la diversidad y la dignidad humana, es una parte importantísima de nuestra memoria común europea.

Tal y como señala el punto 21 de la Resolución del Parlamento Europeo antes referida, es preciso destacar que “el trágico pasado de Europa debe seguir sirviendo de inspiración moral y política para afrontar los retos del mundo actual y, en particular, luchar por un mundo más justo, crear sociedades abiertas y tolerantes y comunidades que acepten a las minorías étnicas, religiosas y sexuales, y fomentar unas condiciones en las que todos puedan beneficiarse de los valores europeos”.

Todo ello, tan actual por cierto para el trance por el que actualmente está pasando Belarús, no podrá lograrse si no se estimula una actitud conciliadora: dialogo abierto, gestos sinceros de distensión y acciones concretas que sirvan para materializar la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos y la dignidad de la persona y de los pueblos. 

* Esta publicación puede contener opiniones personales del autor que no representan, necesariamiente, la postura del Instituto 9 de Mayo.

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