El diario Deutsche Welle, en su edición en español, publicó el pasado 12 de junio una tribuna de opinión, firmada por Robert Schwartz, titulada “Moldavia, la Venezuela de los confines de Europa”, titular que, como poco, resulta desafortunado al comparar la, desde luego, grave y preocupante crisis institucional que sacudió Moldavia esta semana, con una situación económica, social y política terriblemente degradada como la que padece Venezuela.
El contenido de dicha tribuna es, básicamente, correcto y está adecuadamente enfocado, pero el titular, en un tiempo en el que nos vemos acosados por fake news, sensacionalismo y simplificación en la prensa, resulta sumamente dañino para un país cuyos ciudadanos, diplomáticos, emprendedores y políticos, en general, se esfuerzan en promover reformas y cambios profundos que permitan a la República de Moldavia y a todos los moldavos, dentro o fuera del país, gozar de prosperidad material, derechos humanos, sociales y políticos y calidad democrática en sus instituciones política y económicas: y es que, un titular así, persevera en la imagen que se tiene de la República de Moldavia en Europa occidental como un territorio al margen de la ley, inestable, inseguro y problemático que solo serviría para generar tensiones con terceros países y para lastrar a la Unión Europea, algo terriblemente injusto para un país que se esfuerza en transformarse y que ha hecho importantes avances en su convergencia con Europa.
No, en absoluto es Moldavia la Venezuela en los confines de Europa, sino un país que, como tantos otros de la UE, se ve sacudido por la corrupción, las crisis institucionales y las malas decisiones en política fiscal o económica, pero que, a diferencia de estos, tiene el mérito de estar comprometido con la ejecución de profundos cambios y reformas que buscan atenuar todos estos males.
Quizá sea un buen momento para recordar aquí a una venezolana de origen moldavo –cuando Besarabia formaba parte de Rumanía–, Sofía Imber (Soroca, 1924 – Caracas, 2017) que dejó en el país caribeño –y, en general, en buena parte de Hispanoamérica– una profunda huella por su aportación al periodismo, el arte y la cultura en el que fuera su país de acogida, y que resulta ser una conexión entre Moldavia y Venezuela mucho más sugerente que la establecida por la redacción de DW en su desafortunado titular.
Jorge Martín
* Las opiniones de los autores en Tribuna son personales.